Lo que debía ser una fiesta deportiva terminó convertido en un auténtico infierno. Tras el final del clásico disputado en el estadio Real Santa Cruz, la tensión entre hinchadas se desbordó y la Policía intervino lanzando gases lacrimógenos para intentar controlar los disturbios.
Sin embargo, la acción policial afectó también a familias, niños y aficionados inocentes que abandonaban el recinto, provocando escenas de pánico y desesperación.
El ambiente se volvió irrespirable, con corridas, gritos y caos dentro y fuera del estadio. Una vez más, la violencia empañó el espectáculo futbolístico en la capital cruceña.








